martes, 31 de mayo de 2016

¿Por qué Dios permite todo esto?

Las imágenes y las noticias no podrían haber sido más dramáticas: adultos y niños en el mar, desesperados y tratando de salvarse, un barco dándose vuelta y arrojando al agua a sus pasajeros, 700 muertos en el Mediterráneo en pocos días, entre ellos y por decenas, niños en tierna edad. Vuelve a la memoria el cuerpito de Aylan, el niño sirio encontrado muerto a orilla del mar el año pasado. En facebook se multiplican los comentarios. El que más me llama la atención es el de una mujer: “¿Por qué Dios permite todo esto?”.

La pregunta, o más bien este grito doliente, penetra en mi conciencia y me interpela. Cómo es posible que Dios permita el mal a esta escala: guerras crueles impuestas a poblaciones obligadas a huir de su país en busca de supervivencia, para luego verse rechazadas por los mismos países que apoyan a las partes en conflicto y hasta le venden armas. 
Pero ¿en qué Dios creo? Seguramente no en un dios-superman que espectacularmente interviene en todo el mundo deteniendo el mal. ¿Cuál sería la consecuencia de un dios así? Estaríamos despreocupados haciendo lo que se nos antoja; total, tarde o temprano, él intervendría.
El misterio de nuestra libertad es parte de nuestra condición humana: somos libres y Dios es tan respetuoso de esta libertad que hasta permite que cometamos el mal, del que somos totalmente responsables. Lo fue Caín cuando levantó la mano contra su hermano, lo fue Hitler cuando quiso organizar el exterminio judío en modo científico, lo ha sido todo asesino a lo largo de la historia. No somos títeres sobre el escenario de la vida, sino actores. La pregunta, en todo caso, debería ser: ¿por qué no detuvimos esas manos asesinas?
Entonces, la perspectiva, aún en medio del misterio que envuelve la fe, cambia. Dios quiere intervenir a través de nosotros mismos, en cuanto hermanos, custodios y responsables los unos de los otros. ¿Acaso no disponemos de las herramientas y de los conocimientos para hacerlo? ¿Y no lo habrá inspirado justamente Dios el poder disponer de medios poderosos? 
Poseemos los instrumentos democráticos para evitar las guerras y las desigualdades sociales que a menudo las provocan. Hemos generado los recursos materiales para intervenir en ésta como en muchas emergencias. Hemos desarrollado el conocimiento científico para intervenir eficazmente contra la pobreza y la miseria e impulsar el desarrollo. Nos sobra capacidad de intervención: el problema es que en lugar de emplearla para construir el bien común, se usa el poder en beneficio de los intereses de algunos pocos.

No es Dios que permite la muerte de tantos inocentes. Somos nosotros.

martes, 24 de mayo de 2016

Crisis y oportunidades

Que soplen vientos de crisis, no lo duda nadie. Hasta Bolivia y Perú, que crecían a un ritmo más sostenido, tuvieron que recortar sus previsiones para este año. Chile crecerá menos del 2 por ciento estimado. En Ecuador llovió sobre mojado, pues el terremoto supuso, además, un golpe para una economía en dificultad. México y Colombia alternan buenas con malas noticias, aunque en la sustancia crecerán menos de lo esperado. El freno a la economía brasileña y argentina es serio, y grave en el caso venezolano.
La CEPAL aborda la cuestión de la sustentabilidad de las economías regionales en un documento que inaugura su 36 período de sesiones, con la presencia de los representantes de los 45 países de la región. La comisión económica de las Naciones Unidas apunta, en su visión estructuralista, a cambios profundos del estilo productivo y de consumo en pos de la sustentabilidad ambiental y social. Por un lado, es importante cambiar la matriz energética de la región e introducir un sistema productivo con baja huella de carbono para mitigar los efectos del cambio climático en curso (parte de la crisis actual, al menos en Venezuela y el Caribe, depende de una intensa sequía). Por otro, es importante el énfasis en la continuidad de las políticas sociales para erradicar la pobreza y reducir la desigualdad. En síntesis, en el mediano plazo - la CEPAL señala el 2030 –, el desafío es encontrar una nueva dinámica entre Estado, mercado y sociedad.

El documento no se introduce en la complejidad política de ese objetivo. Sin embargo, el tema es clave. De no mediar una superación de los actuales enfrentamientos políticos y articular una política con continuidad en el plano regional, el riesgo es doble: empantanarse en las cuestiones locales, entre el énfasis en políticas sociales y de redistribución, y perder la perspectiva de que los problemas de América latina necesitan ser encarados desde una mayor integración. Se ha instalado la idea de un “fin de ciclo”, luego de los esfuerzos en políticas de inclusión llevados a cabo en estos años, que supone, en muchos casos, la idea de un regreso a recetas que han demostrado no poder resolver el problema de cómo crecer con inclusión social.
En estos años, si bien se consiguió la mejora de la calidad de vida de muchos latinoamericanos, unos 70 millones, también se cometieron errores, ineficiencias, se pecó de clientelismo y con frecuencia no se aplicaron planes sociales que fueran, además, productivos. Esta mejora cuantitativa es la contracara de la alternativa que prevé mejoras macroeconómicas que benefician sólo algunos y agudizan la desigualdad. Ambas son negativas. El desafío es cómo cuidar el gasto público haciendo que evolucione hacia mejoras cualitativas y más productivas, no eliminarlo o simplemente ajustarlo. Este paso sólo será posible a través de pactos políticos, mediados por la sociedad civil, que asegure transparencia y rigor en el uso de los recursos.    
Pero no es éste el único aporte de la sociedad civil. La CEPAL no lo visualiza, pero la sociedad civil es un actor clave precisamente para humanizar el mercado. Para que éste sea sustentable, en el plano ambiental y social, es necesario que las motivaciones que animen este giro copernicano respondan a valores que no pueden ser la utilidad y la eficiencia productiva. Se trata fundamentalmente de una decisión que responde a una solidaridad intergeneracional. Dicho de otro modo, tiene que ver con el mundo que dejaremos a las generaciones futuras. Ricas en iniciativas que pueden ser fuente de alianza con el Estado en el esfuerzo de inclusión social, la sociedad civil es impulsora de empresas que abarcan finalidades de utilidad social que serán clave para revitalizar el mercado. Este tercer actor económico debe ser potenciado, facilitado e impulsado para que el mercado recupere su dimensión de constructor de civilización.
Finalmente, es clave para los líderes regionales, la recuperación de la perspectiva de la integración. Creer que cada país podrá resolver individualmente sus problemas, es ilusorio y es una tentación. No es posible en la aldea global del siglo XXI. Hay que desanclar el proceso de integración de las visiones ideológicas para que avance impulsados por políticas de Estado y la complementación económica y cultural. Como nunca, es necesario ver en este tiempo de crisis una oportunidad para avanzar.

lunes, 9 de mayo de 2016

Construir puentes y seguir estrellas

Hoy el Papa Bergoglio fue distinguido con el premio Carlomagno que la ciudad alemana de Aquisgrán entrega a personalidades que se hayan destacado en el tema de la paz, la integración y la unidad europea. 

Entre las autoridades que ya recibieron el premio figuran, entre otros, la actual canciller alemana Ángela Merkel, el ex presidente estadounidense Bill Clinton, la iniciativa del Euro que llevó a unificar la moneda en una quincena de países del bloque europeo. 
La entrega del reconocimiento ocurre en un momento de gran pobreza de ideas en el Viejo Continente que, más que seguir desarrollando la idea de integración como herramienta para la paz y el desarrollo, parece inclinarse a quedar encerrada en su egoísmo bajo la guía de un liderazgo político que mira con un ojo la duración de su mandato y con el otro los sondeos de opinión sobre seguridad y bienestar, supuestamente amenazados por la presión de los migrantes en las fronteras europeas. 
Una migración provocada muy a menudo por los desaciertos políticos europeos (para decirlo en modo muy suave), como en el caso del conflicto libio y sirio. La multiplicación de muros fronterizos en una región que había casi suprimido las fronteras es evidente y un signo de esta miopía política. 
Francisco sostiene que Europa, ante la nueva gran migración, debe seguir construyendo puentes y no muros para seguir su inspiración originaria. El mal europeo es precisamente la pérdida de perspectivas, ha desaparecido el horizonte de los ideales que han supuesto la construcción de una Europa unida. Entre ellos, el de la solidaridad y la fraternidad. Y sin una visión no hay futuro. No lo hay para Europa, no lo hay para el planeta. Ante los desafíos actuales, como el del cambio climático que ya provoca daños graves en todo el planeta, la idea de un mundo sin muros y poblados de puentes es precisamente la que necesitamos para avanzar. 
Dice un proverbio árabe: "Si en tu vida quieres trazar surcos derechos, ata tu arado a una estrella". No es ni utopista, ni una ilusión. Es sabiduría. Pese a los límites y las fallas de sus miembros, la Iglesia sigue el surco de la estrella de Belén. Europa, el mundo, necesita seguir las estrellas de los ideales, como la unidad, la fraternidad. 

Este premio acierta en destacar la labor y la palabra del Papa

domingo, 1 de mayo de 2016

Una solución no demasiado lejana

La foto de la firma del fin del conflicto entre el Gobierno de Colombia con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) deberá esperar. Sin embargo, todo indica que es cuestión de tiempo. Hasta entre los escépticos hay convencidos de que la paz está a la vista.

Hay objetivos que pueden resultar demasiado lejos. Como ese famoso puente de la ciudad holandesa de Arnhem, que los aliados debían alcanzar, durante la operación Market Garden, para acelerar el fin de la Segunda Guerra Mundial. Hubo un irresponsable exceso de optimismo tras ese fracaso para los aliados. No es la misma situación hoy en Colombia, cuando todo sugiere que es posible llegar a pacificar el país y abrir nuevos horizontes para los colombianos.
Sin duda, el acuerdo resolverá un aspecto importante del problema de la seguridad. Pero ¿la paz habrá resuelto todos los problemas? Se diría que no, pues no es éste el único frente para el Gobierno y la sociedad entera. Bien lo sintetiza Aldo Cívico, experto internacional en resolución de conflictos y profundo conocedor de la realidad colombiana, quien destaca tres prioridades: “La violencia urbana y el control territorial del crimen organizado en las ciudades; la persistencia de grupos armados ilegales que siguen asesinando y desapareciendo a los representantes de asociaciones de víctimas y de derechos humanos; la plaga de uno de los más altos niveles de desigualdad social”.
Conflictos y seguridad
Postergado el acuerdo con las FARC, a fines de marzo se confirmó que el Gobierno abrió negociaciones con la otra principal guerrilla, el Ejército de Liberación Nacional (ELN). En su momento, el Gobierno rechazó unificar las negociaciones para evitar que las dos organizaciones se fortalecieran en sus planteos. El grupo dispone de fuerzas menguadas (entre 1.500 y 2.000 efectivos), y sabe que no tiene chances de acceder al poder por las armas. Su acción es más fragmentada, con sectores más o menos a favor de finalizar el conflicto, lo que explicaría los más de dos años de contactos exploratorios para abrir una mesa de negociaciones. La agenda de los diálogos de paz seguirá temas ya abordados con las FARC, aunque se anuncia una mayor participación de las víctimas del conflicto y de la sociedad civil, siguiendo las características del ELN.
Sin estos conflictos, el principal reto a la pacificación del país pasará a ser las Bandas Criminales Emergentes (Bacrim). Son grupos nacidos entre 2006 y 2012 a partir de la desmovilización de los paramilitares que, lo señala el Alto Comisionado de la ONU por los derechos humanos, siguen atentando contra las personas. Hay organizaciones sociales que han perdido hasta cien miembros asesinados por paramilitares. En 2012 las Bacrim reunían unos 4.800 delincuentes. La treintena de grupos iniciales se redujo, sustancialmente, a un par: los Urabeños y los Rastrojos, activos principalmente en el narcotráfico y la minería ilegal.
Política y sociedad
La transición que comenzará con los acuerdos de paz será compleja en lo político y lo social. No todos aceptan que los ex guerrilleros, varios de ellos acusados de crímenes de guerra, puedan ocupar un cargo político. Siete millones de votos recogió el candidado a la presidencia por el conservador Centro Democrático durante las últimas elecciones, planteando la oposición a los acuerdos tal como han sido anunciados. En marzo, el 38 % de los ciudadanos de las principales ciudades seguía a favor de la solución militar contra la guerrilla, aunque el 54 % apoyaba el proceso de paz.
La aplicación de una justicia transicional supondrá, además, que en muchos casos la admisión de culpa podrá beneficiar a los responsables de crímenes con penas alternativas. También ésta es una idea resistida.
Para el Coordinador Residente de la ONU en Colombia, Fabricio Hochschild, se necesita crear un ambiente propicio para la paz, con gestos audaces de reconciliación y una mayor pedagogía y comunicación dirigida hacia la población. Para el funcionario, se debe transformar la paz en un bien común que debe trascender el debate político y reconstruir el tejido social dañado durante décadas de violencia. Y como todavía no ha sido definido en detalle el andamiaje institucional que deberá sostener los acuerdos, para avanzar es urgente lograr la aceptación de estos acuerdos por parte de la ciudadanía.
Economía y desigualdad
La reparación material a los civiles que perdieron sus bienes con el conflicto supone el empleo de importantes recursos públicos. La pregunta es si habrá suficientes, porque desde la economía llegan noticias poco auspiciosas por la baja de los ingresos a causa de la venta de petróleo y minerales. Pese a que no hay señales de alarma, existe un creciente malestar por la conducción económica del Gobierno.
Se estima que la paz podría incrementar el actual crecimiento (+3 %) en otros dos puntos.
Sin embargo, crecimiento no significa desarrollo ni que todos se beneficien de ello. La desigualdad se extiende por todo el tejido económico-social. El 10 % de la población más rica del país gana 4 veces más que el 40 % más pobre. Pese al retroceso de la pobreza, la desigualdad se mantiene constante y el índice de desarrollo humano de la ONU se reduce cuando se compara el acceso a la salud, la educación y los salarios. Según una investigación de Ana María Ibáñez, decana de Economía de la Universidad de Los Andes, en 2010 un 77,6 % de la tierra estaba en manos de 13,7 % de los propietarios. Aplicando el coeficiente Gini a la distribución de la tierra, esta proporción da uno de los índices más altos de desigualdad (0,86 en una escala de 0 a 1).
Paz, reconciliación, pedagogía e igualdad social serán por tanto factores clave para avanzar hacia la pacificación luego de medio siglo de violencia. Lo perciben los países de la región latinoamericana, que han manifestado su apoyo al proceso de paz; la comunidad internacional, que incluso participará con recursos, y el Papa, que ha prometido una visita en caso de que se logre la firma de los acuerdos de paz.
Más que nunca Colombia no debe vivir este tiempo en soledad.


viernes, 29 de abril de 2016

Ser laicos


En su carta al cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América latina, el Papa Francisco señala una visión clara del perfil que tiene que tener hoy la Iglesia. 

Comenzando por el hecho de que todos nacen en su seno en cuanto laicos. Su discurso, diseña el perfil de los pastores y el perfil del Pueblo de Dios del que todos somos parte. “El pastor, –afirma el Papa– es pastor de un pueblo, y al pueblo se lo sirve desde dentro. Muchas veces se va adelante marcando el camino, otras detrás para que ninguno quede rezagado, y no pocas veces se está en el medio para sentir bien el palpitar de la gente”. 

El clero, por tanto, tiene un rol más de servicio “interno” a la Iglesia, más que “externo”, ámbito éste propio del laicado. “Mirar continuamente al Pueblo de Dios nos salva de ciertos nominalismos declaracionistas (slogans) que son bellas frases pero no logran sostener la vida de nuestras comunidades. Por ejemplo, recuerdo ahora la famosa expresión: “es la hora de los laicos” pero pareciera que el reloj se ha parado”.

Al respecto Bergoglio es perentorio: “A nadie han bautizado cura, ni obispo. Nos han bautizados laicos y es el signo indeleble que nunca nadie podrá eliminar. Nos hace bien recordar que la Iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios. Olvidarnos de esto acarrea varios riesgos y deformaciones tanto en nuestra propia vivencia personal como comunitaria del ministerio que la Iglesia nos ha confiado”. 
Siendo así las cosas, el clericalismo se transforma en “una de las deformaciones más grandes”, porque “anula la personalidad de los cristianos (...), lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como “mandaderos”, coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarias para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político. (...) poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos (...); olvida que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios y no solo a unos pocos elegidos e iluminados”. 
Bergoglio, destaca la experiencia latinoamericana de “pastoral popular” como un ejemplo en el que no intervino el efecto deformante del clericalismo y la muestra como clave de interpretación que puede ayudar a comprender mejor la acción que se desarrolla cuando el pueblo ora y actúa. Una acción que se queda al ámbito íntimo de las personas sino que se transforma en cultura”, capaz de ser reproducida, de hablar a la gente, es decir, de evangelizar también la política.
Es en este quehacer que el Papa resalta el rol del laico: “Hoy en día muchas de nuestras ciudades se han convertidos en verdaderos lugares de supervivencia. Lugares donde la cultura del descarte parece haberse instalado y deja poco espacio para una aparente esperanza. Ahí encontramos a nuestros hermanos, inmersos en esas luchas, con sus familias, intentando no solo sobrevivir, sino que en medio de las contradicciones e injusticias, buscan al Señor y quieren testimoniarlo”. Es en este contexto que los pastores deben apoyar y promover a los laicos, abriendo las puertas para vivir y soñar con ellos, rezar y reflexionar con ellos. Comprendiendo su don precisamente como laicos: “No es nunca el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer o decir, ellos lo saben tanto o mejor que nosotros. No es el pastor el que tiene que determinar lo que tienen que decir en los distintos ámbitos los fieles. Como pastores, unidos a nuestro pueblo, nos hace bien preguntamos cómo estamos estimulando y promoviendo la caridad y la fraternidad, el deseo del bien, de la verdad y la justicia. Cómo hacemos para que la corrupción no anide en nuestros corazones”.
En este sentido, la autocrítica de Bergoglio es sin anestesia: “Muchas veces hemos caído en la tentación de pensar que el laico comprometido es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las cosas de la parroquia o de la diócesis y poco hemos reflexionado cómo acompañar a un bautizado en su vida pública y cotidiana; cómo él, en su quehacer cotidiano, con las responsabilidades que tiene se compromete como cristiano en la vida pública. Sin darnos cuenta, hemos generado una elite laical creyendo que son laicos comprometidos solo aquellos que trabajan en cosas “de los curas” y hemos olvidado, descuidado al creyente que muchas veces quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe. Estas son las situaciones que el clericalismo no puede ver, ya que está muy preocupado por dominar espacios más que por generar procesos”. 
El Papa retoma entonces la idea de “generar procesos” más que ocupar espacios, menifestada en la Evangelii Gaudium y reafirmada en su discurso en Santa Cruz de la Sierra, durante su estadía en Bolivia, el año pasado, cuando se dirigió a movimientos y organizaciones sociales.
No se pueden dar directivas generales para una organización del pueblo de Dios al interno de su vida pública. La inculturación es un proceso que los pastores estamos llamados a estimular alentado a la gente a vivir su fe en donde está y con quién está (...). La inculturación es un trabajo de artesanos y no una fábrica de producción en serie de procesos que se dedicarían a “fabricar mundos o espacios cristianos”.

Se puede concluir que la inculturación, bajo la acción de los laicos, es una fábrica de humanismo, permeado por la fraternidad anunciada y practicada con todos aquellos que se reconocen como miembros de la familia humana.

jueves, 28 de abril de 2016

Venezuela: la hora de ser razonables


El debate político nunca es fácil, en especial cuando las contraposiciones ideológicas superan la lógica del agonismo entre adversarios políticos para transformarse en lucha entre enemigos. 


En Venezuela hay dos mitades, cada una convencida de que la otra encarna el mal absoluto. A lo que se añaden circunstancias coyunturales que dificultan ulteriormente la posibilidad de encontrar espacios de diálogo en pro del bien común.

Para el chavismo, hay fuerzas que se oponen a la revolución bolivariana y que utilizan todos los medios, leales y desleales, para frenarla. Lo cual, no se aleja demasiado de la realidad. Para la oposición, muy a menudo vinculada con intereses económicos que durante años han explotado los privilegios conseguidos en un contexto de elevada corrupción, la revolución boliviariana oculta una ineficiencia por parte del Estado que está transformando la realidad económica y social del país en una tormenta perfecta. Tampoco esto se aleja demasiado de la realidad.
A la escasez de productos de todo tipo, se ha añadido el fracaso del control de precios que no consigue impedir una inflación a niveles estratosféricos. El FMI, que no suele ser imparcial en sus juicios, habla de un 700% anual. Pero cuando se llega a esos guarismos, no es mucha la diferencia entre un 200, un 300 o un 700%, lo que cambia es la rapidez con la que suben los precios: en quince días, una semana, un día, pocas horas... el problema sigue siendo muy grave. La escasez viene acompañada de un clima de violencia, de por sí angustiante, por la acción de la criminalidad, al que ahora se agregan saqueos en varias regiones del país.
Estos factores se unen a la baja internacional del precio del crudo, en un país desindustrializado que ha hecho de la venta del crudo su principal y casi única actividad y en el que, lo admitía el mismo fallecido presidente Hugo Chávez, no se ha instalado una cultura del trabajo y del desarrollo. Un segundo factor que está influyendo en una situación explosiva, es la intensa sequía que está haciendo estragos en las reservas hídricas del país. La cota del embalse de la principal central hidroeléctrica venezolana, de la que depende el 70% de la producción de energía, ha bajado pavorosamente al punto que la semana laboral de las oficinas públicas ha sido reducida a apenas dos días, mientras que empresas y ciudadanos padecen cortes programados de energía.
En este contexto, el Poder Legislativo, en manos de la oposición, sigue enfrentado al Poder Ejecutivo, con el respaldo de un Poder Judicial controlado por el Gobierno. Parece bastante poco racional el intento obstinado de la oposición de provocar la destitución del presidente Nicolás Maduro. Las responsabilidades del mandatario son muchas, sin embargo los problemas del país a los que el chavismo ha intentado responder no son nuevos, sino todo lo contrario. Las recetas liberales a las que apelan los opositores del chavismo, han provocado pobreza y desigualdad como y más que las fallidas políticas del actual Gobierno, que se han evidenciado como insustentables desde la caída de los ingresos fiscales.

Cualquier posible salida, no podrá sino fundarse en soluciones negociadas para enfrentar ante la emergencia social y económica. La contraposición y la polarización en este momento no puede sino empeorar la situación con el peligro de estallidos sociales difíciles de controlar. Es la hora de ser razonables.

lunes, 25 de abril de 2016

Esa gratuidad de la que habla el Papa

En su intervención de este domingo en el encuentro organizado en Roma por los Focolares, el Papa ha pronunciado algunas palabras que merecen una profundización. Bergoglio habla, en efecto de gratuidad, y sostiene que es una palabra fundamental para inyectar el amor en las relaciones sociales: “Falta la amistad. En el centro del mundo hoy existe el dios dinero, pero la palabra clave es ‘gratuidad’, para hacer que este desierto se convierta en una selva”.

Una de las herencias de la modernidad es que las leyes y los contratos son los reguladores de la vida social e institucional. Este postulado soslaya un elemento importante de la realidad: también el amor, es decir, la gratuidad, es un regulador social. Lo dicen muchos comportamientos “gratuitos” que tenemos a menudo: por ejemplo, la participación a actividades de voluntariado, nuestra adhesión a proyectos solidarios, muchos gestos caritativos o benéficos para los más necesitados.

¿Qué se entiende entonces por gratuidad? Son comportamientos y actitudes que mantenemos no porque tienen un retorno inmediato. A veces incluso son gestos aislados en medio de los comportamientos generales, como los que tratan de no ensuciar una calle pública invadida por la basura. Puede que generen una respuesta, también gratuita, y en ese caso van generando comportamientos recíprocos que instalan relaciones más profundas, valores, clima de cooperación, incluso bienes relacionales.

La imposibilidad de soslayar este aspecto, que deberíamos fomentar y contagiar, es que si lo pensamos bien incluso para cumplir con leyes y contratos se necesita de un elemento de gratuidad. El contrato nunca podrá establecer con cuánta inteligencia realizar una tarea. Muy a menudo, un trabajador de una fábrica aportará una excelente idea que mejora un proceso productivo, porque gratuitamente reflexionó acerca de cómo realizarlo mejor. Nadie podrá indicar con cuanta empatía y no sólo cortesía atender un público, con cuánta creatividad didáctica impartir una lección a nuestros alumnos, con cuánta dedicación tratar a nuestros clientes...

El sindicalismo sabe muy bien que el trabajo a reglamento es la mejor manera de bloquear una actividad laboral. Si sólo cumplimos la letra de las normas, y de las leyes, podemos bloquear una convivencia. Porque no se genera colaboración, confianza recíproca, lealtad, espíritu de iniciativa proactivo, actitudes de cuidado que son imposibles de prever por las normas. Éstas siempre serán el mínimo necesario pero no suficiente de una convivencia de cualquier tipo.


La gratuidad es por lo tanto un elemento esencial para nuestra vida social. Le da sabor, aroma, color... Así como la fraternidad representa el límite y el contenido de los otros dos valores que sintetizan la dimensión política y social de nuestra sociedad: libertad e igualdad.